miércoles, 10 de diciembre de 2008

TESTIMONIOS DE TRABAJO POR PROYECTOS

Los comienzos de un proceso


de María Laura Galaburri


Enseñar a leer y escribir en la institución escolar trae aparejada la necesidad de insertarnos en la historia de lectura y escritura que los alumnos han desarrollado hasta el momento en su comunidad o en los contextos educati­vos a los que han concurrido. Esta necesidad se constituye como tal, por reconocer que este proceso comienza antes de que los niños ingresen a la escuela e implica entender que el desarrollo de la escritura en los niños ocurre en su contexto sociocultural. En ese contexto comienzan a saber cómo la lectura y la escritura son usadas en su comunidad.
Veamos algunos testimonios de docentes.



Pensemos en la oportunidad que le dio Beatriz a Juan de recuperar un conocimiento adquirido fuera de la escuela y de ponerlo al servicio de un proyecto colectivo.


Hernán, antes de empezar su primer año en la escuela, ya sabe de la escri­tura como fuente de información y como registro de la memoria.
También lo podemos ver a través de otro testimonio de Beatriz.


Ésos eran los textos a través de los cuales esos niños se habían familiariza­do con el discurso narrativo. Se trataba de textos orales que se difundían en la comunidad.

Si bien se reconoce que el aprendizaje del lenguaje escrito comienza antes de que los chicos ingresen en la escuela, no podemos negar las realidades que enfrentan algunos maestros en su trabajo. Las condiciones familiares no siempre son las esperadas: en las casas hay poco o nada que leer; en ocasio­nes las actividades familiares o laborales se hacen sin necesidad de leer ni escribir...

A la luz de buscar soluciones a estos problemas, recurrimos a Luis Igle­sias, maestro de escuela rural que, teniendo a su cargo una treintena de niños y la totalidad de grados y funciones, resuelve el problema referido a la falta de material de lectura en los hogares:
Reconocer que estos procesos se inician antes de que los niños ingresen a la escuela no nos debe llevar a pensar que estos conocimientos son espontá­neos, que al maestro sólo le compete "ponerlos en contacto" con los textos escritos para que los alumnos progresen como lectores. Sabemos que ésta es una condición necesaria pero no suficiente para el progreso del conoci­miento de los alumnos.

Es por ello que uno de los roles del docente es el de organizar situaciones didácticas que permitan a los alumnos aprender determinados contenidos. Esto implica partir de los conocimientos del alumno para que los pongan a prueba con el fin de mejorarlos, modificarlos o construir nuevos. Desde la perspectiva que adoptamos, observar las actuaciones de los niños e inter­pretar los conocimientos que ponen en acción, posibilitará decidir qué será más adecuado hacer a continuación.

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